Argenis Angulo: la cultura del deber cuando la transgresión impera

A él se le ocurre hablar de la cultura del deber justo en estos tiempos, cuando la transgresión impera, la naturaleza se subleva, la juventud se suma a la rebelión sin causa y hasta los indicadores adquieren tono amenazante desde sus resultados, que lanzan a lo imposible las metas fijadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el desarrollo mundial sostenible.

Los espacios todos parecen haberse llenado de una doctrina de laissez faire sin bridas y sin estribos y cuyos resultados son imprevistos fuera de serie: jóvenes mujeres con los pechos al aire incendiando iglesias y chamitos de 10 años asaltando tiendas o disparando a diestra y siniestra ante sus compañeritos de estudio. Padres, maestros, autoridades e instituciones son impunemente irrespetados. Y una atmósfera de tolerancia cubre todo desafuero.

El caso es que Argenis Angulo ha caído en cuenta de un detalle que es el sostén de su propuesta. Para él es precisamente este clima mundial el que hace vital que la balanza de los derechos humanos tenga, en contrapeso, un conjunto de deberes que produzca un equilibrio justo y sirva para restablecer el orden social perdido. Y que esta compensación se hace mucho más necesaria para quienes ejercen cualquier tipo de liderazgo.

De casta parecen venirle sus más profundas convicciones a este joven zuliano. Por línea materna, pertenece al clan jayaliyu de la etnia wayuu, uno de los grupos indígenas del estado Zulia.

Esa filiación es sumamente importante para él. De hecho, le rigen los credos:

–Me gusta pensar –medita en voz alta– que mi trabajo como comunicador, vocero, facilitador y conferencista está muy ligado, tiene sus bases, sus raíces, en el rol de un palabrero (especie de mediador, de abogado de la paz en esta cultura). Si pudiera definirlo de algún modo, diría que actúo como un palabrero moderno.

Le gusta pensar también que la fuerza de su palabra viene de la conciencia de esa misión en su historia familiar.

Siento que es algo que me da poder en lo interno, como ejercicio personal, eso de identificarme con ese rol que hace parte de mis orígenes y que tiene una misión trascendental en términos de garantizar la armonía, el avance, el cierre de conflictos y el tender puentes en las comunidades wayuu.

Angulo.



Pues siente plenitud de tener la certeza de que parte de su misión está conectada con esa energía.

Angulo acaba de terminar su período de gestión como presidente de la Cámara Junior Internacional, organización en la que alcanzó tan alto rango después de profesar un poco más de dos décadas en actividades de promoción social como un compromiso personal asumido en plena adolescencia, cuando cursaba bachillerato con los hermanos Maristas y se afilió a una organización estudiantil propia del colegio.

Como despedida de su ejercicio, el año pasado realizó un viaje de más de 300 días alrededor del planeta para cumplir 57 visitas en varios continentes, donde fue recibido –en ocasiones con honores de primera autoridad– por presidentes, primeros ministros; senadores, parlamentarios, ministros, alcaldes de poblados tan lejanos y desconocidos como el de Kigali, en Ruanda; y el de la ciudad de Aschaffenburg, en Alemania. Y hasta por notables de varios países como empresarios, representantes de organizaciones civiles y academias.

Estos encuentros y el consecuente intercambio de ideas sirvieron para sembrar en su credo la convicción de que desde el siglo pasado se gestaron generaciones de individuos acostumbradas a reclamar derechos, pero sin responsabilidad social alguna. En total desconocimiento del señalamiento de la propia declaración de los derechos humanos proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, cuando establece en su artículo 29, numeral 1 que: «toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, pues solo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad».

En respuesta a esta realidad, el joven líder zuliano ha presentado ante la ONU una propuesta concreta titulada Deberes humanos para líderes como una guía común, una especie de pitazo acerca de las responsabilidades colectivas de cada ser humano. Expone siete obligaciones: 1. Preservar la vida. 2. Servir a la humanidad. 3. Sostener el futuro. 4. Buscar la prosperidad. 5. Respetar la personalidad humana. 6. Educarse y enseñar a otros. 7. Liderar con responsabilidad.

Una de las menciones más conocidas de la cultura del deber es la del escritor portugués José Saramago. Al recibir el premio Nobel y en conmemoración de los 50 años de la Declaración de Derechos Humanos, invitó a que los ciudadanos tomaran la palabra para establecer los deberes que correspondían a los derechos por los que se había luchado tanto tiempo.

Desde entonces, se viene tomando su palabra para echar a andar propuestas de este tipo, así como a fijar tesis y argumentos al respecto. Se dio, por ejemplo, una iniciativa que unió a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Fundación José Saramago, presidida por Pilar del Río, escritora y viuda del autor portugués, y World Future Society y armaron una mesa de trabajo con esta finalidad.

Y desde el Centro Pignatelli de los Jesuitas de Zaragoza, en su Diálogo en torno a la república con Maurizio Viroli, el profesor Norberto Bobbio, en su momento autor de un libro fundamental en la teoría de los derechos humanos –El tiempo de los derechos–, comentaba el deseo o la necesidad (que los años de vida no le permitieron) de escribir también El tiempo de los deberes.

Según este autor, “si la Declaración de Derechos Humanos no quiere convertirse en una relación de deseos piadosos, debería existir también una declaración equivalente de los deberes y responsabilidades”.

Sobre el tema, se han dictado conferencias, foros y seminarios. Algunas de ellas establecen el deber como causa determinante de la acción, como la pronunciada el 17 de agosto de 1942 por J. C. Raffo de la Reta, publicada por el Museo Histórico Nacional de Argentina en 1942 y correspondiente al N° 8 de la serie Filosofía sanmartiniana.

En Perú, en 2006, la Asamblea Nacional se apresuró a intentar comprometer a toda la sociedad en la promoción y el avance de la cultura del deber con el apoyo de los medios de comunicación.

Numerosos artículos de prensa y de publicaciones especializadas han tratado con frecuencia el tema de la cultura de los deberes. En uno de ellos, Jaime Duque M. señalaba en el diario El Colombiano que “el orden social puede calificarse de bueno, regular o malo dependiendo de que los miembros del grupo cumplan con las obligaciones que las leyes les imponen de hacer o no hacer determinadas cosas y particularmente de ajustarse al principio de que los derechos del otro son mis deberes”.

El reconocimiento del otro como un ser humano que tiene luces en su sombra, que tiene sus grandes talentos y por eso ha llegado ahí; pero también tiene sus vulnerabilidades, fue para mí de lo más interesante

Y en una especie compendio jurídico, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su capítulo X establece lo que se consideran deberes básicos:

“Honrar y defender a la patria, sus símbolos y valores culturales; resguardar y proteger la soberanía, la nacionalidad, la integridad territorial, la autodeterminación y los intereses de la Nación; cumplir y acatar esta Constitución, las leyes y los demás actos que en ejercicio de sus funciones dicten los órganos del Poder Público; cumplir sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo y defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social«.

No había salido de la niñez cuando, al iniciar sus estudios de bachillerato, Angulo se enroló en un grupo llamado Remar, donde recibió el abc para la elaboración de proyectos sociales.

El resto fue una permanente respuesta del universo. Uno tras otro surgieron encuentros que lo acercaron cada vez más a sus propósitos de crecimiento personal y experiencias en el servicio a los demás. Pero el propio sentido de voluntariado lo encontró en la Cámara Junior, donde ha transitado los caminos de la misión que le fue encomendada desde su nacimiento treinta y nueve años atrás. Este año, de hecho, es el último de su servicio, como lo pauta la normativa de la institución.

Step by step, un día alcanzó la presidencia de la organización a escala internacional. Y siente que tuvo la fortuna de asumirla en su modo pospandemia, cuando se respiraba una atmósfera de renovación, de esperanza, de nuevo amanecer. En este papel, le correspondió lanzarse al mundo con palabras de aliento, como si se tratara del profeta del bien.

«Este viaje, relata, me permitió recoger el reconocimiento de los liderazgos, de los grandes líderes, para una organización global que yo estaba representando. El reconocimiento del otro como un ser humano que tiene luces en su sombra, que tiene sus grandes talentos y por eso ha llegado ahí; pero también tiene sus vulnerabilidades, fue para mí de lo más interesante. Sentí que era como sentarme con el otro, que no solamente es el presidente de tal o la autoridad de cual, sino que es un ser humano como yo”.

Por eso, su aproximación con ellos fue tan impactante para él, así como algunos capítulos no escritos en su guion. «Por ejemplo, tuve la oportunidad», cuenta emocionado, «de estar en el Tribunal Internacional de La Haya en el Palacio de la Paz».


En general, su formación parte de las concepciones y ejecuciones de líderes como Nelson Mandela, cuya labor y estructura para abordar los desafíos lo han marcado. Pero junto a estos nombres de agentes y grandes líderes mundiales, a veces le quedó tatuada en el alma la figura del líder de un proyecto en una comunidad, que lanzó una iniciativa para para solventar un desafío en Camboya o en Ruanda, Porque, “aunque no están en grandes posiciones, si tienen grandes iniciativas y están cumpliendo grandes misiones”.

Esta propuesta que hace hoy Argenis Angulo “pretende, por gigante y ambicioso que suene, iniciar una nueva etapa, una nueva era en la historia de la mismísima humanidad y es la era de la responsabilidad”.

Desde 1948, en respuesta a las lecciones de la Segunda Guerra Mundial se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en Naciones Unidas para la humanidad entera.

Y, aunque todavía hay muchas brechas en esta materia en el mundo, la principal fisura es el hecho de que todos hablan de derechos humanos, generaciones enteras aprendieron a exigir, demandar, reclamar derechos a viva voz y hasta por la fuerza.

–Pero, se pregunta, ¿cuántos de ellos o (para hacer aún más consistente el planteamiento) cuántos de nosotros estamos claros y somos conscientes de nuestros deberes para promoverlos y defenderlos con la misma fuerza y vehemencia con las que asumimos los derechos?

Él sueña un mundo en el que esas mismas generaciones asuman sus deberes con la alegría de servir, de retribuir lo recibido. Y piensa que:

Todos deberíamos tener un espacio de servicio.

Argenis Angulo, promotor Líder de los Deberes Humanos

Iniciativa que, a su modo de creer, “nació en un contexto natural para que naciera”. Nació, en fin, en Venezuela. En una Venezuela altísimamente desafiada no solo por la realidad gubernamental sino por el nivel de responsabilidad que los ciudadanos hemos asumido con el país.


En ese entorno, en ese contexto, con las lecciones de los venezolanos desafiados en estos tiempos se dio el caldo de cultivo para proponer trabajar en la cultura del deber.

Angulo tiene convicciones firmes. Y las lleva a la práctica en toda su vida. De hecho, cuando ha llegado a una posición o cuando ha estado cerca de la posibilidad de llegar a una posición se plantea de antemano cuál es la misión encomendada “en caso de que yo llegue ahí”.

Yo no quería ser presidente por ser presidente y poner en mi currículo, quiero ser presidente. Yo tuve mis procesos de oración o de meditación para preguntarme: ok, te quieres postular, ¿y para qué te quieres postular? Si esta oportunidad está ahí, ¿cuál sería la misión que yo cumpliría para darles sentido a todos los esfuerzos, a todo el desafío, a todo lo que corresponde hacer?.

Y entonces, para él este proyecto se transformó en su misión. Hoy día puede afirmar que se postuló a la Presidencia mundial de la Cámara Junior Internacional, la organización de jóvenes líderes, porque decidió “abrazar la misión de proponerle al mundo, a través de semejante plataforma, la necesidad de transformar nuestro imaginario y balancearlo con una cultura de deberes, no solo con una cultura de derechos. Y eso es lo que le dio sentido a todo lo demás, eso es lo que les dio sentido a los esfuerzos en el proceso internacional: la misión de transformarnos”.

Además, considera que esta propuesta no solamente viene a balancear el peso de los derechos humanos. Desde su perspectiva, viene a completarla, si se toma en cuenta que en el artículo 29 de la Declaración se mencionan los deberes mínimos, como parte de la sociedad.

Para él, esta propuesta es como si se completara la iniciativa del 48. Pero, en realidad, solo se pone foco en lo que no se había querido poner foco. Y concluye:

–En nuestra visita al Palacio de la Paz surgió una conversación entre líderes sobre el uso del término deber y no el de responsabilidad, porque el primero suena muy fuerte. Lo que pasa, remata, es que los derechos comprometen a terceras personas. En cambio, con los deberes el compromiso es mío.

Texto: El Pitazo.

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