Cómo es la vida del inmortal venezolano Alex Ramírez
Álex Ramírez ha venido a Venezuela sólo dos veces en los recientes 18 años. Su vida, casi por completo, a partir de 2001 se ha desarrollado en Japón, país donde reposa una placa suya como miembro del Salón de la Fama de aquel beisbol, desde 2023.
“Ramichán” es una celebridad en la nación del Sol Naciente, incluso más allá de la pelota. Tiene un reality show en el que mantiene conversaciones con otros ex peloteros, monta caballos de carrera, practica golf y se sube a un dohyō, el ring del sumo, para luchar contra personas de más de 150 kilogramos de peso. Todas ellas, son actividades que le han ayudado a acumular una comunidad de 250 mil suscriptores en YouTube.
Ramírez comprende el negocio. En realidad, pareciera que lo entiende desde hace cuatro décadas, cuando era apenas un niño que crecía en Piñango de Yare, localidad del estado Miranda, a una hora y media de Caracas.
“En mi pueblo se jugaba en la calle. Allá no había estadio”, recordó luego de ser homenajeado por la LVBP y el Museo de Beisbol, y degustar una empanada, todo un manjar exótico para él en los recientes 20 años. “Cuando tenía 6 años de edad se me acercó un señor llamado Tomás García luego de verme jugar y me dijo que quería hablar con mis padres. Tenía la intención de que jugara en su equipo, que era el del INOS (Instituto Nacional de Obras Sanitarias de Venezuela). Ahí empezó todo”.
En casa, doña Eladia Capriles y don Ramón Ramírez tenían dos maneras totalmente diferentes de vivir aquellos primeros pasos de su hijo Álex Ramírez. De hecho, son visiones que aún en la actualidad se mantienen.
“Mi papá hasta el día de hoy no sabe nada de beisbol. Él sabe lo que yo he hecho y ha ido al estadio, pero si yo doy un hit, no tiene idea de si debo correr para tercera o para primera base”, confesó el mirandino. “Su mayor alegría es ir al parque de pelota a tomarse su cervecita. Y yo tampoco nunca le he pedido que aprenda de beisbol porque soy Álex Ramírez. Estoy contento de que él sea quien es”.
En cambio, su mamá sí es una experta en la materia. Incluso, capaz de cuestionar a un inmortal.
“Ella es completamente distinta. Era la que siempre estaba conmigo y me llevaba a los juegos” rememoró. “Sabe tanto de beisbol que cuando yo era mánager en Japón, quería decirme como dirigir”.
Ramírez será el piloto de Japan Breeze, representación nipona en el Juego de Estrellas de la LVBP
A los 15 años de edad, mientras cursaba estudios en una escuela técnica de Santa Teresa del Tuy, Álex Ramírez tomó la decisión que cambiaría su destino. Quería ser pelotero profesional, porque reconocía sus aptitudes.
“En ese momento, consideré que tenía buenas condiciones para jugar beisbol y decidí enfocarme sólo en él. Se lo comenté a mi mamá y se puso a llorar, pero me apoyó”, apuntó. “Mi papá trabajaba lejos de casa y solo podía verme los fines de semana. No teníamos dinero”.
La aproximación a la firma se dio por un hecho casi fortuito, como suelen darse algunos eventos trascendentales en la hoja de ruta de un ser humano.
“En el año 1989 fui a un nacional en Falcón representando al estado Miranda y estaba Luis Aponte como scout”, recapituló Álex Ramírez sobre el ex lanzador y figura de Cardenales de Lara. “Yo era pitcher, y así fui a cinco nacionales. Pero en uno de los juegos se lesionó el jardinero central y el mánager Luis López me puso a jugar esa posición. Di dos jonrones y Aponte me vio. Él le dijo al mánager que no me pusiera a lanzar, porque me quería ver como outfielder”.
En aquel nacional, compartió equipo con Ugueth Urbina, quien eventualmente firmaría con los Expos de Montreal, pero seis años después. No fue el caso de Ramírez, quien estampó su rúbrica poco luego del torneo con los Indios de Cleveland y Cardenales.
“Aponte después me fue a ver a San Francisco de Yare e hizo una oferta. No di el sí automático al principio, preferí esperar y él se fue a Barquisimeto”, comentó. “Quería esperar que mi papá regresara. Pero hice un par de tryouts con los Dodgers y me dijeron que no tenía estilo de pelotero”.
Ramírez pidió fotografiarse junto al espacio del Museo de Beisbol dedicado a Luis Aponte, su descubridor
CAMBIAR EL SUEÑO AMERICANO POR EL JAPONÉS
Tras el rechazo de Los Ángeles, Álex Ramírez aceptó la propuesta de Aponte e inició un camino de seis años en las Ligas Menores con Cleveland, hasta graduarse en la Gran Carpa en 1998. Su primer turno fue en el Jacobs Field como bateador emergente por Kenny Lofton el 19 de septiembre, ante Jim Pittsley, de los Reales de Kansas City. Un par de días después disparó su primer hit, contra Andy Pettitte, en el Yankee Stadium.
“Ese primer imparable fue algo muy espectacular porque los Indios de Cleveland eran el mejor equipo de las Grandes Ligas en aquel tiempo”, expresó el toletero derecho. “Y, además, fue en Nueva York, contra los Yanquis, y ante Pettitte, unos de los mejores lanzadores del momento”.
Sin embargo, la trayectoria de Ramírez en el Big Show fue corta, de apenas unas tres campañas. En el 2000 fue cambiado a los Piratas de Pittsburgh junto a Enrique Wilson por Wil Cordero, en lo que se perfilaba a ser su contienda de consolidación.
“Se suponía que iba a ser regular con los Piratas, pero después de mes y medio, me dieron un batazo hacia los jardines y se me cayó la bola. Me dijeron que no iba a jugar, y en ese momento, me analicé”, reflexionó. “Una de las cosas que me hizo a mí mejor pelotero fue entenderme a mí mismo. Siempre supe que mi defensa no era la mejor, ni la iba a ser. Y esto es algo que nadie sabe: a mí me daban un fly y el corazón parecía que se me iba a salir. Había momentos en los que le pedía a Dios que no batearan hacia donde yo estaba. Y esto lo digo ahora porque supe comprenderlo en aquel entonces. Comprendí que debía batear para mantenerme en el juego”.
EL MADERO COMO KATANA
Álex Ramírez asimiló que el bate sería su herramienta para defenderse, tal como katana para los samuráis en las legendarias batallas niponas.
“En Japón nunca me dijeron nada por mi defensa porque no les di chance de que lo hicieran. Nunca paré de batear”, acertó el dos veces líder de jonrones, cuatro veces monarca de empujadas y en una ocasión campeón de bateo de la Liga Central. “Yo pienso que el beisbol allá es más cultural que otra cosa. Lo digo porque es un beisbol único y la cultura es primordial. Para entender la pelota de allá, hay que entender su cultura. El potencial físico nosotros lo tenemos. Todas las personas que van para Japón pueden jugar, porque ellos los scoutean en Estados Unidos o en otras partes del mundo. ¿Por qué no se establecen allá? Porque no aprenden la cultura”.
Ramírez jugó sus primeras siete zafras en Liga Profesional de Japón (NPB, por sus siglas en inglés) con las Golondrinas de Yakult, luego estuvo cuatro contiendas con los Gigantes de Yomiuri, el equivalente en el archipiélago a los Yanquis de Nueva York en occidente, y finalizó su trayectoria como pelotero activo con dos refriegas en los Yokohama DeNa Baystars.
“Una de las cosas de las que me di cuenta rápido fue que, para establecerme allí, debía adentrarme en su idiosincrasia”, precisó.” Esa era la forma de entender el porqué de sus decisiones. Y también fue la clave de mi éxito”.
Con información de LVBP