Regalos de Navidad que cambiaron la historia del deporte
En muchas partes del mundo se abrirán regalos durante las vacaciones navideñas o de fin de año. Entre el crepitar del fuego de las chimeneas y los villancicos se escucharán también palabras como «¡Oh!», «gracias» o «¡wow!» por parte de aquellos que estén desenvolviendo regalos. Y de estos obsequios es posible que también nazcan algunos nuevos campeones en el deporte.
Como los atletas saben de primera mano, muchas cosas pueden cambiar dependiendo del objeto que se encuentre una vez que se rompe el papel de regalo.
Quizá una de las historias más conocidas sobre ello es la de LeBron James.
Era la Navidad de 1987 cuando quien es ahora una leyenda en el deporte desenvolvió debajo del árbol un regalo que solo había costado 25 dólares: una canasta de baloncesto.
Este regalo cambió la historia del baloncesto y ahora es el propio ‘King’ James quien es un obsequio para el deporte.
«Charlé con LeBron James […] y le pregunté cuál era el regalo de Navidad que más recuerda. Me dijo que su madre le regaló una canasta cuando tenía 3 años», contó el presentador de televisión Brandon ‘Scoop B’ Robinson.
Pero no es la única historia en la que un regalo hizo que todo cambiara.
Olympics.com recorrió el camino de los recuerdos de algunos deportistas para conocer los regalos que cambiaron sus vidas y, a la postre, les pusieron en el escenario mundial y, a veces, incluso les llevaron a la cima de los podios olímpicos o mundiales.
Los regalos de los que nacen los campeones
El skater estadounidense Torey Pudwill no pudo contener su alegría cuando desenvolvió su regalo de Navidad hace 30 años.
«Esto va a sonar un poco cliché, pero recibí una tabla de skate para Navidad y cuando la abrí, lloré», contó para Olympics.com el atleta, que años después se convirtió en medallista de plata mundial.
«Creo que tenía tres o cuatro años. Mi mamá me lo contó porque no lo recuerdo, pero hay un vídeo de eso».
En cambio, para Charlotte Worthington, de Gran Bretaña, el recuerdo de su regalo más perfecto es algo que vive en su cabeza con claridad. Y su alegría fue igual de grande, ya que no esperaba que su familia sucumbiera a la excéntrica petición.
Con trece años entonces, lo único que quería para Navidad la que ahora es campeona olímpica era un scooter.
«Recuerdo que mi familia pensaba: ‘¿Qué diablos va a hacer con esto? Si ella lo quiere, está bien, lo conseguiremos'», rememora Worthington.
«Eso me hizo muy feliz. Nunca me gustaron tanto los deportes de equipo. No se me daban bien. Pero esta sí podría ser mi propia expresión creativa. Podía pensar en nuevas ideas, crear nuevas líneas, nuevos trucos».
Pasaron 12 años y Worthington, que pasó sin problemas de los scooters a las bicicletas de BMX, se convirtió en la primera campeona olímpica de BMX freestyle en la historia.
Al igual que Worthington, el francés Aurelien Giraud sabía exactamente lo que quería para Navidad. Su padre le compró unos patines cuando tenía cuatro años y lo llevó a un skatepark para probarlos.
Resultó que Giraud era demasiado joven para estar allí, pero aquel paseo cambió su vida de todos modos.
«Vi a muchachos mayores patinando [en tablas de skateboarding] y me dije: ‘Esto es lo que quiero hacer'», recordó el campeón mundial de skate en 2023. «Hacían saltos muy altos. Tenían un nivel realmente bueno. Así fue como entré en el skate».
«Pedí una patineta como regalo de Navidad y desde ese día nunca más me he puesto patines ni he hecho nada más».
Un desvío en el camino a la gloria
Su compatriota Laury Pérez también recibió unas ruedas como regalo. No sabía que ese sería el comienzo de su vida como atleta de élite.
«Recibí una BMX cuando tenía 10 años. Poco después, hubo una competencia en mi pueblo, participé y supe que era lo que quería hacer», contó la medallista europea en BMX freestyle.
Sin embargo, el amor por un regalo y por el propio deporte no siempre es tan rápida y platónica como lo fue para Pérez.
Si quieres a encaminar a un niño hacia la gloria deportiva pero el regalo no le provoca un grito de alegría, no desesperes. Es posible que toque esperar unos años para que esté agradecido por ello.
Este fue el caso del medallista de plata en Tokio 2020 en BMX Freestyle, el venezolano Daniel Dhers, que tuvo que esperar ocho años para enamorarse de las bicicletas.
«Uno de mis padrinos me regaló una bici cuando tenía cuatro años y no me gustó para nada. Me acuerdo de que tenía las rueditas de apoyo, rodaba por la calle, me caía, y yo le decía a mi madre que no quería eso. Y ya nunca más vi la bicicleta. Recién cuando tenía 12 años mis amigos por la cuadra comenzaron a montar bici y yo me quedaba solo, así que desempolvé la bicicleta, me escondí para que no vieran aprender, y aprendí», recordó Dhers para Olympics.com.
«Lo complicado después es que yo no quería ir al colegio. Solo quería montar en bicicleta. Y ahí teníamos nuestras guerras. Una vez mi mamá me encadenó la bicicleta debajo de un carro para que no montara. Pero ellos siempre me apoyaron, siempre creyeron en mí».
Y al final acabó siendo parte del primer podio olímpico en su deporte.
Los presentes que convirtieron a niños en leyendas
A los 15 años, el futuro plusmarquista mundial Marcel Hug ya comenzaba a brillar en carreras en silla de ruedas, pero fue el regalo que recibió en la Navidad del 2000 lo que preparó al atleta suizo para la verdadera grandeza.
Su antiguo entrenador, Paul Odermatt, le hizo un regalo especial a su ‘protegido’ cuando regresaba de los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000, donde ayudaba a la selección nacional.
«Todavía recuerdo el momento en que recibí este regalo y lo desenvolví», recuerda Hug. «Fue bonito».
Bajo del papel de regalo había un casco brillante que pronto le daría a Hug el apodo de ‘La Bala de Plata’ y le ayudaría a conseguir seis títulos Paralímpicos, 12 títulos mundiales y récords mundiales en maratón, media maratón, 10.000 m y 1.500 m.
«Tan pronto como me pongo el casco plateado, hay un cambio: paso a ser un atleta más concentrado y decidido», dice Hug. «Se convirtió en mi seña de identidad».