Matilda, el musical cargado de venezolanidad y amor por la lectura
Si es cierto que no hay nadie que le gane a la producción de Matilda de 1996 y muchos críticos y fanáticos buscan superar esta comedia, sin embargo es una titánica de la que el mismo Hollywood, haciéndose la vista gorda con posible remakes evitaba ser parte.
Mara Wilson, Pamela Ferris y Danny DeVito son insuperables. Todo esto a pesar de que Broadway, en 2013, decidiera convertir el relato ochentero del aclamado novelista británico Roald Dahl en una pieza con fines educativos, críticos y musicales.
20 años después, países como Estados Unidos, Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda, Irlanda, Filipinas, Corea, Israel, Japón, entre otros, disfrutaron, en vivo y directo, de Roald Dahl’s Matilda, el musical y Netflix, en 2022, se encargaría de convertir esa misma puesta en escena en un filme que se vio en más de 180 naciones con rotundo éxito.
Sin embargo, la precoz protagonista con poderes telequinéticos, su padre Mr. Wormwood, Miss Honey y Agatha Trunchbull seguían sin ser los del 96.
¿Necesitaba Matilda una nueva versión? ¿Funciona bien la clave musical para el tierno cuento fantástico de Dahl? Las opiniones y reservas son muchas y variopintas. Pero después de una larga espera que incluyó aprobaciones de presupuestos, firma de derechos, exhaustivos castings y planificación estratégica, Venezuela se hizo de un lugar en la de quienes adaptarían la historia no solo para traer la magia del cine al teatro y aumentar el interés público en las tablas, sino para dejar un precedente: «El mejor recurso renovable que tenemos es nuestra cultura, y eso es lo que venimos a recalcar con esta obra», señaló su directora Marianery Amin durante el estreno.
La Matilda venezolana
«La cultura convierte un pueblo en ciudadanos y una patria en un país», fueron las primeras palabras de Amin antes de la primera presentación en el país de Matilda, el musical. Una Sala Ríos Reyna llena de invitados recibió el mensaje con aplausos a la espera de lo que, desde hace 6 meses, se preveía como uno de los estrenos más esperados en el Teatro Teresa Carreño.
«Los no puedo, tengo ensayo han regido nuestro día a día desde hace mucho. Hoy les presentamos el resultado: un trabajo hecho con muchísimo corazón, pero sobre todo con una buena dosis de terquedad», añadió visiblemente emocionada. «Llegó la hora de que Caracas conozca a la Matilda venezolana, entendiendo que lo que verán es la confirmación de que el teatro musical tiene un futuro grande en nuestra tierra», concluyó dándole la bienvenida a las más de 2.300 personas que se dieron cita, el viernes 10 de noviembre, en la sala.
El libro Matilda, de Roald Dahl, cuenta la historia de una niña con padres ausentes y poderes inusuales. Tiene cinco años, es inteligente, curiosa, de personalidad fuerte y espabilada, al contrario que el resto de su familia encabezados por Harry y Zinnia Wormwood y su hermano Michael, irresponsables y egoístas.
La pequeña aprende a leer sola y desarrolla una pasión que la hace desobedecer a la autoridad dentro de su hogar –y fuera de él– , siempre que se aventura en la búsqueda de historias dentro de cualquier biblioteca. Su vida, sin embargo, dará un vuelco al entrar a la escuela. Y ahí es que comienza un camino lleno de milagros.
Alma Infante y Emelie Ciardiello le dan vida a la protagonista. Por ser apenas unas niñas, el ritmo de la obra así lo exige con ese y otros personajes más. En escena, comparten junto a Claudia Rojas, quien interpreta a la dócil Srta. Miel y Julián Izquierdo Ayala, quien le da vida a la temible e implacable Tronchatoro. Tom Vivas es el sagaz Mr. Wormwood y Marilyn Chirino, la estridente Mrs. Wormwood.
Entre una veintena de grandes talentos, donde también destacan Moisés Castro y Sebastián Rojas, del dúo Sebas y Moi, como Bruce (ambos) o Grecia Augusta Rodríguez como la Sra. Phelps, Marianery Amin, directora general y escenógrafa, junto al coreógrafo Taba Ramírez, CEO de Grupo Ímpetu, y Claudia Salazar, de Clas Producciones, llevan la batuta de una obra dividida en 2 actos que, durante 2 horas, se convierte en puente entre la película de 1996 y la versión musical de Netflix desde la venezolanidad y el humor negro de nuestro gentilicio.
Tropicalización inesperada
La adaptación no es perfecta, pero Matilda se mueve entre la oscuridad y el encanto, con un gran reparto. La música está a cargo de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, bajo la batuta de Alejandro Muñoz. Y tiene un toque mágico que no se lo otorga ni la tecnología ni los efectos especiales, sino la fuerza humana.
Los números musicales, originales de Tim Minchin, fueron adaptados con maestría, sobre todo los interpretados en solitario como «Patética» de la señorita Miel o «Calma» de Matilda. Brillaron no solo por la interpretación sino por el juego de luces y sombras, y el orquestado movimiento de cada pieza de la escenografía en temas como «El foso», «Bruce», «Yo de mayor» y «El olor de la rebelión» con todos los niños en el escenario. De esta manera, Amin consigue mantener el placer de su producción teatral al tiempo que amplía su alcance solo de la forma en que podría hacerlo un largometraje.
El libreto, escrito por el laureado Dennis Kelly para Broadway, fue lo que más llamó la atención. Los personajes, aunque se respetaron en su esencia, fueron «tropicalizados» de manera excesiva.
Comenzando con Mr. Wormwood quien fue percibido como una mezcla entre los icónicos Charly Mata, el Chunior o el Inspector Rodríguez, reconocidos personajes humorísticos venezolanos. Algo que también salpicó en la interpretación de Tronchatoro y que le robaría su esencia despreciable, oscura, ególatra y aterradora, como la del 96 o la rescatada por Emma Thompson para Netflix. En sí, los personajes –en su mayoría, incluso Matilda– sufrieron una criollización notable, al igual que algunas de las escenas más populares. ¿Cuál fue la razón?
«¿No te parece que las peores personas, por lo general, son encantadoras? Los peores depredadores son, muchas veces, personas que te hacen reír, son maestros del disfraz. Parte de la tropicalización del personaje va por ahí culturalmente. Los latinos nos escondemos detrás del humor para muchísimas cosas», manifestó.
Y eso fue lo que pensó al armar los personajes y sus diálogos. «Cuando Julián y yo estábamos armando el personaje, una de las imágenes que conversamos fue la de la araña, por ejemplo. Criaturas que están ahí calladitas esperando que caigas en sus redes, poseedoras de ciertos colores, aromas o perfumes para atraer a sus víctimas».
Esta descripción es notable durante la interpretación de «El martillo», en la que la antagonista de Matilda es presentada por primera vez entre una enorme pared repleta de televisores encendidos, como los ojos de las arañas, que servían de vigilancia desde su oficina como directora del colegio. Tenebrosa, llena de humo y decadencia, es claro el mensaje.
¿Por qué el personaje fue interpretado por un caballero? ¿Una mujer no cumplía con las exigencias del rol? Respondió Amin: «Venimos de la improvisación y vivimos para voltearle las expectativas a la gente». Los grandes pechos y cintura reducida que tantos comentaros levantó el personaje fungieron como antítesis del corpulento, sudoroso y casi monstruoso aspecto de la original.
«Este papel originalmente está escrito para un Bari tenor. Es una cuestión netamente técnica», aclaró. «En el casting, de hecho, estuve abierta a ver mujeres. Y te confieso que, si no hubiese dirigido, me hubiese lanzado a audicionar. Pero, técnicamente, en Brodway y en todas las puestas los intérpretes son hombres. Es muy raro que una mujer llegue a esos tonos porque son muy bajos».
Todas las indicaciones vienen por escrito por parte del Music Theater International (MTI), una de las organizaciones que maneja los derechos de autor de las franquicias de los musicales. «Después, cuando te dan las licencias, mandan un directors guide, y te dicen más o menos como deben ir las cosas», aclaró.
«Además, la cereza de la torta fue que no gritó jamás. Fue el único. Los candidatos hacían a Tronchatoro muy gritona y yo, particularmente, estoy harta de ese cliché», recalcó.
El multiverso
Sobre las Matildas, Amin reiteró que «fueron lo que se había pensado y más». Sobre todo, porque se parecen mucho a la ilustración del libro de Dahl. «Alma posee una ternura increíble y Emilie la picardía y la fuerza de revelarse contra el sistema», describe Amin. «Cada una modifica el montaje durante sus funciones, por eso siempre digo que montamos dos Matildas», dijo.
Existe un multiverso que se interconecta con los personajes; con cada una se siente algo distinto y hay una autenticidad especial.
Este trabajo, para la directora, ha sido entonces un sueño, porque siendo apenas una niña cuando sus pares pensaban en cómo serían sus bodas, ella se enfocaba en cómo quedaría su musical. Una casa de la Barbie que se dividía en 3 partes iguales serviría para manifestar la puesta en escena que hoy día es Matilda, el musical.
Así como Julián Izquierdo afirma lo difícil que fue desprenderse de sus responsabilidades en su propia escuela de actuación, Grupo Fábula, y tanto Alma como Emilie encontraron engorroso el ritmo de vida entre el colegio y el teatro, Marianery Amin rememora, en su caso, los obstáculos que cruzó por la falta de recursos, algo que, al final, ni tocó la esencia principal de la obra ni el mensaje.
«Muchas ganas y muchas personas remaron el barco hacia el mismo puerto», subrayó. Emilie señaló que encontró su voz en los libros, porque como a Matilda, le encantan; Alma es capaz de controlar y hacer magia con sus emociones y Julián sigue viviendo un sueño. «Esta historia me ha abrazado y curado», destacó.
obre su duración en cartelera, Amin aseguró que es poco viable que se pueda disfrutar de algún fin de semana extra de Matilda, el musical. «Llenar el teatro es una odisea enorme, pero tenemos fe en que el público está regresando y ellos mismos serán quienes pidan una extensión del show», señaló.
Se imagina con 4, 5 ó 6 meses de temporada para entretener no solo a la capital sino al país entero. En su fin de semana de estreno llenaron la Ríos Reyna y aún se siguen vendiendo boletos para sus dos últimas funciones. «Tenemos todas medallitas, estampitas y velitas para hacer sold out», rescató.
Respondiendo a la pregunta de por qué Matilda, contestó que «todos nos hemos sentido alguna vez unos niños raros. Y es muy bonito juntar esa cantidad de niños raros en el escenario y saber que no estamos solos».
Tanto Marianery Amin como el resto del equipo tienen la clara convicción de que en sus manos está el poder de escribir, crear y soñar con una gran historia. «Esto es una apuesta al futuro, a los revoltosos, y a quienes han desafiado la gravedad siendo agentes y cómplices de los grandioso, distinto y extraordinario».
Información de El Nacional