El papa Francisco denuncia la doble moral de quienes hacen voluntariado, pero luego desprecian a los pobres

El Papa Francisco pidió estar alerta ante la tentación del ritualismo, es decir, reducir la religión, «la relación con Dios», a unos «gestos externos» mientras «por dentro se permanece impermeable a la acción purificadora de su gracia».

Se refirió en concreto a aquellos que hacen voluntariado de cara al exterior, pero luego cultivan en su interior el odio y el desprecio hacia los pobres.

Durante el Ángelus dominical que presidió desde la ventana de los apartamentos pontificios del Palacio Apostólico, el Santo Padre reflexionó sobre las enseñanzas de Jesús en el Evangelio sobre lo que es puro e impuro.

Recordó que en tiempos de Jesús «era casi una obsesión de algunos religiosos, la pureza y la impureza».

El Papa recordó que Jesús enseñó que la pureza «no está vinculada a gestos externos, sino, principalmente, a la disposición interior», del alma.

«Para ser puros, por lo tanto, no sirve lavarse muchas veces las manos, si luego se alimentan dentro del corazón sentimientos malvados como la codicia, la envidia o la soberbia, o tal vez propósitos malvados, como engaños, robos, traiciones o calumnias», advirtió el Santo Padre en su catequesis.

En ese sentido, subrayó que «Jesús llama la atención para ponerse en guardia frente al ritualismo, que no nos hace crecer en el bien, sino que, más bien, en ocasiones puede llevarnos a descuidar, o, incluso, a justificar en uno mismo y en los demás, decisiones y actitudes contrarias a la caridad, que hieren el alma y cierran el corazón».

«No se puede salir de la Santa Misa y, ya en el atrio de la iglesia, detenerse a cometer pequeñas maldades o faltas de misericordia sobre todo y todos. Esas habladurías que arruinan el corazón, que arruinan el alma», hizo hincapié.

E insistió: «O tal vez mostrarse pío en la oración, pero luego en casa tratar con frialdad o desprecio a los propios familiares, o descuidar a los padres ancianos que necesitan ayuda y compañía. Eso es una doble vida».

«Es lo que hacían los fariseos: una pureza externa sin comportamientos buenos, sin actitudes misericordiosas con los demás. No se puede ser aparentemente muy correcto con todos, tal vez hacer un poco de voluntariado y algún gesto filantrópico, pero luego cultivar el odio hacia los otros, despreciar a los pobres y a los últimos o comportarse de modo deshonesto en el trabajo».

Actuando de esa manera «se reduce la relación con Dios a gestos externos, y por dentro se permanece impermeable a la acción purificadora de su gracia».

Vatican News

 

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